¿Para qué quieres amigos? Esa es la verdadera pregunta cuando vas a jugar al Mario Kart. Hay competiciones épicas que han marcado la historia de la humanidad. En los Juegos olímpicos atletas competían entre ellos por la gloria, en los duelos medievales a espada, algún caballero con una armadura más pesada que la pana mojada sería herido de muerte mientras que el otro se cubriría de gloria, pero ahora en nuestras generaciones la epicidad se diluye en mandos de videoconsolas y gritos de enfado porque tu amigo de toda la vida te ha fastidiado la trigesimocuarta carrera que habéis echado en la tarde en la que os habíais apostado comeros media cebolla que hay en la nevera a palo seco, porque los karts corren mucho pero la inteligencia más y a nosotros se nos ha subido la bola. Aquí no gana el más rápido ni el más técnico: aquí triunfa el más ruin, el que mejor maneja el arte de la traición.. El juego está plagado de ítems para desatar el caos. Caparazones rojos que van hacia ti como un relaciones públicas de discoteca intentando hacer que entres en el tardeo de las 17:00, que ponen a Coyote Dax y por tu edad te pega, estrellas que te vuelven más invencible que hacienda en una inspección, bombas a bocajarro, rayos minimizantes que te empequeñecen y hacen que vayas más lento de lo que ya ibas, setas turbo o pedorretas que te hacen acelerar más que una gastroenteritis que asoma la cabeza y caparazones azules que son básicamente misiles teledirigidos al que vaya en cabeza. Que se fastidie, por ir ganando.. Pero en lo simple reside la esencia. El item que fastidia de verdad es una fruta. Algo que en la vida real de verdad te la puede liar simplemente con una pisadita. Esa fruta modesta, inocente en apariencia, que de pronto se convierte en una trampa mortal colocada estratégicamente en la curva más cerrada del circuito. No hay nada más satisfactorio que ver al rival patinar sobre tu plátano justo cuando está a punto de cruzar la meta. Es pura poesía.. Los plátanos funcionan como minas de carretera, camufladas con su color amarillo chillón, que parece inofensivo pero esconde una maldad sin límites. Los tiras sin mucho cuidado, pensando que probablemente nadie pasará por ahí, y sin embargo, el karma del Mario Kart hace que siempre caiga alguien. Y cuando el rival derrapa y se queda girando como una peonza desquiciada, ahí es donde nace la verdadera esencia del juego: la carcajada malvada, el aplauso sádico, y el “lo siento, tío” más falso jamás pronunciado. Pero es delicioso.. El plátano hace que deslices, que resbales, que te vayas de largo y que tu coche empiece a girar. El símbolo eterno en los dibujos animados en el que un personaje, si pisa su cáscara, resbala de forma cómica e hilarante. Con la salida al mercado de Mario Kart World y la nueva prueba de fuego para las amistades que tienes pero que, al jugar a este juego, seguro que no vas a conservar, ya va siendo hora de preguntarse ¿Las cáscaras de plátano resbalan de verdad o es un mito?. ‘Mario Kart World’.NINTENDO. El origen de la traición hecha videojuego. Año 1992. El mundo estaba dominado por los walkman y la gente ya empezaba a aislarse andando por la calle usando auriculares, algo que no sabía que necesitaban desde hace mucho tiempo. Las televisiones necesitaban un cubículo en el mueble del salón porque la parte trasera ocupaba más espacio que la ropa rockera de cuero falso de tu hermano mayot y los peinados… La verdad, eran como hoy día. La moda es cíclica., Nintendo se encontraba en plena etapa de experimentación con su Super Nintendo. La consola contaba con una tecnología revolucionaria para la época llamada Modo 7, que permitía simular un efecto 3D rotando y escalando fondos bidimensionales. Hasta ese momento, la gran apuesta de velocidad era F-Zero, un juegazo futurista de carreras sin armas ni trampas, pero con tanta velocidad que podía provocar mareos. Además luego metieron a uno de sus personajes, el Capitán Falcon, en el juego de peleas Smash Bros y metía unos zambombazos que saturaban los altavoces de tu televisor.. El legendario Shigeru Miyamoto, padre de Mario, Zelda y otras criaturas pixeladas, tuvo entonces una idea: ¿y si metemos a Mario en un cochecito? La idea original no incluía personajes famosos, sino pilotos genéricos. Pero Miyamoto, que sabía que un fontanero simpático vende más que cualquier piloto anónimo, decidió añadir a Mario y sus colegas corriendo carreras entre ellos. Fue entonces cuando todo cobró sentido: karts pequeños, circuitos extravagantes y, para darle vidilla, objetos para atacar a los rivales. Así nació Super Mario Kart.. El recibimiento fue un éxito absoluto. Vendió más de 8 millones de copias, se coló en miles de casas y provocó rupturas de amistad que aún hoy no se han curado. La crítica lo amó y los jugadores lo elevaron a juego de culto instantáneo. Sin saberlo, Nintendo había inventado un subgénero: el ‘kart racing game’, donde la gracia no está en correr bien, sino en arruinarle la carrera al otro. A partir de ahí, llegaron imitadores como Crash Team Racing, juego que amo con locura, Diddy Kong Racing y hasta cosas raras como Muppet RaceMania, pero ninguno logró ese equilibrio entre ternura y traición que solo Mario y sus amigos sabían ofrecer.. Coco Bandicoot en ‘Crash Team Racing Nitro-Fueled’.ACTIVISION. A decir verdad, esos recuerdos son un helado de chocolate con clavos. Amamos esos momentos, pero siempre recordarás esos plátanos que tú mismo lanzaste en la vuelta anterior y resbalan una barbaridad. Porque resbalan, ¿no?. Mi estudio científico favorito. Desde hace más de un siglo, los Premios Nobel se han consolidado como uno de los máximos reconocimientos al mérito intelectual y científico de la humanidad. Instituidos por el testamento de Alfred Nobel en 1895 y otorgados desde 1901, estos galardones distinguen a personas e instituciones cuyas investigaciones, descubrimientos o aportes hayan beneficiado significativamente a la humanidad. En cambio, los Premios Ig Nobel, en nacieron en 1991 como una celebración del lado insólito, extravagante y a menudo humorístico de la ciencia. Organizados por la revista Annals of Improbable Research y con una ceremonia que se celebra en la Universidad de Harvard, estos premios se otorgan a investigaciones reales que “primero hacen reír y luego pensar”. Mientras los Nobel premian logros solemnes y de profundo impacto social o científico, los Ig Nobel celebran estudios curiosos, inesperados o extravagantes que abordan preguntas que pocas veces se formulan en la ciencia convencional, pero que en muchos casos revelan principios físicos, biológicos o sociales sorprendentes.. Nobel al ridículo. Los premios Ig Nobel se entregan cada año a investigaciones científicas que, aunque reales, rayan en el ridículo. Ivan Schwab acepta el premio en ornitología en la entrega celebrada en la Universidad de Harvard en Cambridge (EEUU), por su trabajo sobre por qué los pájaros carpinteros no tienen dolores de cabeza. Otro trabajo premiado fue la demostración de que el mosquito hembra que trasmite la malaria se siente atraído por igual por el olor de un pie humano y el de una hamburguesa con queso.Brian Snyder / Reuters. Aquí es imperativo hablar del estudio “Frictional Coefficient under Banana Skin” de Kiyoshi Mabuchi et al., publicado en Tribology Online en 2012 y galardonado con un Ig Nobel de Física en 2014, que busca cuantificar científicamente científicamente cuán resbaladiza es realmente una cáscara de plátano bajo condiciones controladas.. Se utilizó cáscara de banana fresca de la variedad Cavendish (la más consumida a nivel mundial), colocando la parte suave, es decir, la interna blanquecina, hacia abajo, sobre una plancha de linóleo. Se instaló un transductor de fuerzas multiaxial capaz de medir fuerzas que se generaban al pisar la cáscara de plátano con una suela estándar. Junto con la fuerza de fricción medida en otras dos direcciones horizontales, se calculaba el coeficiente de fricción.. Microscópicamente se observó que la piel de banana contiene una red de folículos gelatinosos microscópicos (de polisacáridos y proteínas vegetales) distribuidos bajo su epidermis. Cuando la cáscara es aplastada, estas cápsulas de gel se rompen y liberan su contenido, formando una película viscosa homogénea (sol) que reduce drásticamente la fricción, fenómeno denominado por los autores como “lubricación por gel folicular”.. Se descubrió que el coeficiente de fricción de la cáscara de plátano es de 0,066, como un esquí deslizándose por la nieve. Según estudios de dinámica de la marcha humana, para caminar con seguridad el coeficiente de fricción entre el suelo y el pie debe superar 0.1. Si desciende por debajo de ese valor, el riesgo de caída supera el 90%. En este contexto, el valor de 0.066 bajo la cáscara explica perfectamente el clásico resbalón de caricatura.. Este estudio de una pregunta a priori estúpida es uno de los que más me inspiró para hablar de toda la ciencia y curiosidades que a priori pueden parecer preguntas estúpidas. Una maravilla tanto a nivel académico como procedimental, y poder relacionarlo con Mario Kart es un verdadero honor. Además, este juego es una filosofía de vida. Nos enseña que no siempre hay que ir primero para disfrutar; a veces basta con arruinar la partida al líder y reírte desde la distancia. A carcajada limpia para que lo oiga y te coja más asco que tu niño interior al pescado. Una enseñanza que bien podría aplicarse a la política, a las reuniones de vecinos y a las bodas familiares. A veces para afrontar los problemas simplemente tienes que dejar que te resbale.
¿Para qué quieres amigos? Esa es la verdadera pregunta cuando vas a jugar al Mario Kart. Hay competiciones épicas que han marcado la historia de la humanidad. En los Juegos olímpicos atletas competían entre ellos por la gloria, en los duelos medievales a espada, algún caballero con una armadura más pesada que la pana mojada sería herido de muerte mientras que el otro se cubriría de gloria, pero ahora en nuestras generaciones la epicidad se diluye en mandos de videoconsolas y gritos de enfado porque tu amigo de toda la vida te ha fastidiado la trigesimocuarta carrera que habéis echado en la tarde en la que os habíais apostado comeros media cebolla que hay en la nevera a palo seco, porque los karts corren mucho pero la inteligencia más y a nosotros se nos ha subido la bola. Aquí no gana el más rápido ni el más técnico: aquí triunfa el más ruin, el que mejor maneja el arte de la traición.
El juego está plagado de ítems para desatar el caos. Caparazones rojos que van hacia ti como un relaciones públicas de discoteca intentando hacer que entres en el tardeo de las 17:00, que ponen a Coyote Dax y por tu edad te pega, estrellas que te vuelven más invencible que hacienda en una inspección, bombas a bocajarro, rayos minimizantes que te empequeñecen y hacen que vayas más lento de lo que ya ibas, setas turbo o pedorretas que te hacen acelerar más que una gastroenteritis que asoma la cabeza y caparazones azules que son básicamente misiles teledirigidos al que vaya en cabeza. Que se fastidie, por ir ganando.
Pero en lo simple reside la esencia. El item que fastidia de verdad es una fruta. Algo que en la vida real de verdad te la puede liar simplemente con una pisadita. Esa fruta modesta, inocente en apariencia, que de pronto se convierte en una trampa mortal colocada estratégicamente en la curva más cerrada del circuito. No hay nada más satisfactorio que ver al rival patinar sobre tu plátano justo cuando está a punto de cruzar la meta. Es pura poesía.
Los plátanos funcionan como minas de carretera, camufladas con su color amarillo chillón, que parece inofensivo pero esconde una maldad sin límites. Los tiras sin mucho cuidado, pensando que probablemente nadie pasará por ahí, y sin embargo, el karma del Mario Kart hace que siempre caiga alguien. Y cuando el rival derrapa y se queda girando como una peonza desquiciada, ahí es donde nace la verdadera esencia del juego: la carcajada malvada, el aplauso sádico, y el “lo siento, tío” más falso jamás pronunciado. Pero es delicioso.
El plátano hace que deslices, que resbales, que te vayas de largo y que tu coche empiece a girar. El símbolo eterno en los dibujos animados en el que un personaje, si pisa su cáscara, resbala de forma cómica e hilarante. Con la salida al mercado de Mario Kart World y la nueva prueba de fuego para las amistades que tienes pero que, al jugar a este juego, seguro que no vas a conservar, ya va siendo hora de preguntarse ¿Las cáscaras de plátano resbalan de verdad o es un mito?
El origen de la traición hecha videojuego
Año 1992. El mundo estaba dominado por los walkman y la gente ya empezaba a aislarse andando por la calle usando auriculares, algo que no sabía que necesitaban desde hace mucho tiempo. Las televisiones necesitaban un cubículo en el mueble del salón porque la parte trasera ocupaba más espacio que la ropa rockera de cuero falso de tu hermano mayot y los peinados… La verdad, eran como hoy día. La moda es cíclica., Nintendo se encontraba en plena etapa de experimentación con su Super Nintendo. La consola contaba con una tecnología revolucionaria para la época llamada Modo 7, que permitía simular un efecto 3D rotando y escalando fondos bidimensionales. Hasta ese momento, la gran apuesta de velocidad era F-Zero, un juegazo futurista de carreras sin armas ni trampas, pero con tanta velocidad que podía provocar mareos. Además luego metieron a uno de sus personajes, el Capitán Falcon, en el juego de peleas Smash Bros y metía unos zambombazos que saturaban los altavoces de tu televisor.
El legendario Shigeru Miyamoto, padre de Mario, Zelda y otras criaturas pixeladas, tuvo entonces una idea: ¿y si metemos a Mario en un cochecito? La idea original no incluía personajes famosos, sino pilotos genéricos. Pero Miyamoto, que sabía que un fontanero simpático vende más que cualquier piloto anónimo, decidió añadir a Mario y sus colegas corriendo carreras entre ellos. Fue entonces cuando todo cobró sentido: karts pequeños, circuitos extravagantes y, para darle vidilla, objetos para atacar a los rivales. Así nació Super Mario Kart.
El recibimiento fue un éxito absoluto. Vendió más de 8 millones de copias, se coló en miles de casas y provocó rupturas de amistad que aún hoy no se han curado. La crítica lo amó y los jugadores lo elevaron a juego de culto instantáneo. Sin saberlo, Nintendo había inventado un subgénero: el ‘kart racing game’, donde la gracia no está en correr bien, sino en arruinarle la carrera al otro. A partir de ahí, llegaron imitadores como Crash Team Racing, juego que amo con locura, Diddy Kong Racing y hasta cosas raras como Muppet RaceMania, pero ninguno logró ese equilibrio entre ternura y traición que solo Mario y sus amigos sabían ofrecer.
A decir verdad, esos recuerdos son un helado de chocolate con clavos. Amamos esos momentos, pero siempre recordarás esos plátanos que tú mismo lanzaste en la vuelta anterior y resbalan una barbaridad. Porque resbalan, ¿no?
Mi estudio científico favorito
Desde hace más de un siglo, los Premios Nobel se han consolidado como uno de los máximos reconocimientos al mérito intelectual y científico de la humanidad. Instituidos por el testamento de Alfred Nobel en 1895 y otorgados desde 1901, estos galardones distinguen a personas e instituciones cuyas investigaciones, descubrimientos o aportes hayan beneficiado significativamente a la humanidad. En cambio, los Premios Ig Nobel, en nacieron en 1991 como una celebración del lado insólito, extravagante y a menudo humorístico de la ciencia. Organizados por la revista Annals of Improbable Research y con una ceremonia que se celebra en la Universidad de Harvard, estos premios se otorgan a investigaciones reales que “primero hacen reír y luego pensar”. Mientras los Nobel premian logros solemnes y de profundo impacto social o científico, los Ig Nobel celebran estudios curiosos, inesperados o extravagantes que abordan preguntas que pocas veces se formulan en la ciencia convencional, pero que en muchos casos revelan principios físicos, biológicos o sociales sorprendentes.
Aquí es imperativo hablar del estudio “Frictional Coefficient under Banana Skin” de Kiyoshi Mabuchi et al., publicado en Tribology Online en 2012 y galardonado con un Ig Nobel de Física en 2014, que busca cuantificar científicamente científicamente cuán resbaladiza es realmente una cáscara de plátano bajo condiciones controladas.
Se utilizó cáscara de banana fresca de la variedad Cavendish (la más consumida a nivel mundial), colocando la parte suave, es decir, la interna blanquecina, hacia abajo, sobre una plancha de linóleo. Se instaló un transductor de fuerzas multiaxial capaz de medir fuerzas que se generaban al pisar la cáscara de plátano con una suela estándar. Junto con la fuerza de fricción medida en otras dos direcciones horizontales, se calculaba el coeficiente de fricción.
Microscópicamente se observó que la piel de banana contiene una red de folículos gelatinosos microscópicos (de polisacáridos y proteínas vegetales) distribuidos bajo su epidermis. Cuando la cáscara es aplastada, estas cápsulas de gel se rompen y liberan su contenido, formando una película viscosa homogénea (sol) que reduce drásticamente la fricción, fenómeno denominado por los autores como “lubricación por gel folicular”.
Se descubrió que el coeficiente de fricción de la cáscara de plátano es de 0,066, como un esquí deslizándose por la nieve. Según estudios de dinámica de la marcha humana, para caminar con seguridad el coeficiente de fricción entre el suelo y el pie debe superar 0.1. Si desciende por debajo de ese valor, el riesgo de caída supera el 90%. En este contexto, el valor de 0.066 bajo la cáscara explica perfectamente el clásico resbalón de caricatura.
Este estudio de una pregunta a priori estúpida es uno de los que más me inspiró para hablar de toda la ciencia y curiosidades que a priori pueden parecer preguntas estúpidas. Una maravilla tanto a nivel académico como procedimental, y poder relacionarlo con Mario Kart es un verdadero honor. Además, este juego es una filosofía de vida. Nos enseña que no siempre hay que ir primero para disfrutar; a veces basta con arruinar la partida al líder y reírte desde la distancia. A carcajada limpia para que lo oiga y te coja más asco que tu niño interior al pescado. Una enseñanza que bien podría aplicarse a la política, a las reuniones de vecinos y a las bodas familiares. A veces para afrontar los problemas simplemente tienes que dejar que te resbale.