Desde que se abrió el Motel Margot las coincidencias van y vienen. Casi todas se quedan. Otras se multiplican. La mayor parte llegan de antiguo. Sin un orden particular: me compro una edición en vinilo de From Elvis in Memphis porque no se me va de la cabeza que Bunbury, en su momento, dijo que ese era su mejor disco, y que Long Black Limousine el tema. El gran tema. Nunca lo había tenido en físico. Todo eran archivos comprimidos cutres. Busco la entrevista y la cita y la encuentro:. Volveremos a Bunbury. Más cerca, en Navidad me hago, me regalan más bien, la parte acústica del Comeback del 68. Es lo más auténtico que he escuchado desde las cintas de Sun Records con todo. Todo es la quinta y sexta toma de Milkcow Blues Boogie antes de 1960, realrealgone. Y la versión de The Cramps. Me estoy yendo, pasará mucho a lo largo de este artículo. Al menos hasta que centre. Un fanzine, Estado estacionario. Un número en el que regalaban una casete de Bunbury (he vuelto mucho antes de lo esperado) con Copi y Alan Boguslavsky cantando versiones en La Estación del Silencio.. La época digital nos había devuelto aquellas interpretaciones. Ashes to ashes de Bowie, una de Free, Whatching the wheels de John Lennon y, ojo, dos temas del repertorio de From Elvis en Memphis. Dos de cinco es algo serio. In the ghetto, claro y la menos conocida, pero brutal, Kentucky Rain. Bajo al trastero, encuentro el fanzine, le echo una foto, la subo aquí. Me duele la pierna, la ciática, escribir es un tormento, un par de píldoras y todo se olvida. Me siento Elvis, el sobrepeso y la actitud. Así que pongo Netflix y me encuentro con una serie de dibujos animados psicodélica.. Penúltimo recuerdo: conciertos de Navidad de homenaje a Elvis, con Bunbury y músicos de Zaragoza. Mi admirado Javier Romero, me lo encuentro en la feria del libro, ha editado un tebeo sobre uno de sus relatos más conocidos La noche en que Bunbury fue Elvis y Eva Amaral hizo los coros, inspirado en aquellas noches de diciembre. El tema era Crawfish, maravilloso, del King Creole banda sonora. Pero hablamos y me recuerda que en aquellos conciertos hubo mucho material de esa época, entre la vuelta y Memphis: busco algunas canciones Trying to Get To You al modo del acústico del Comeback del 68, y Power of My Love y, por supuesto, Long black Limousine del From Elvis en Memphis.. Abrumado, me monto una lista mental de versiones mientras el primer calor de junio cae a plomo en el parque del cortijo. Mi hijo juega con otros críos y yo acabo de leer el maravilloso «From Elvis in Memphis. La última gran evasión de Elvis» de Eduardo Izquierdo, editado por EFE EME. Y tomo notas. Y las paso a limpio.. ¿Qué puede hacer diferente a un disco de Elvis de todos los demás? Lo primero que lo grabó Elvis, lo segundo que las canciones, la manera de interpretarlas, los músicos y los arreglos tenían una coherencia atemporal y juglaresca, de puro sentimiento, que trascendía al tiempo y al espacio en el que se registraron y se pusieron a la venta. A finales de los sesenta estaba Bob Dylan, Love y The Doors, estaba Leonard Cohen empezando, estaban todos los mitos, más muertos que vivos. Jim Morrison vs. Elvis, The Beatles vs. Elvis, Sinatra vs. Elvis. ¿Qué, cómo, cuándo? Y es que aún hay una enésima casualidad. En Motel Margot hay sitio para muchos, para todos, y, a la vez, estoy con un libro sobre los Honky Tonk Heroes. Los forajidos de la música country de Javier Márquez Sánchez editado por Sílex. Esos cuatreros se intercambiaron con Elvis algunos temas, dieron espacio al oeste, aparecen en el ideario de las canciones del disco.. Fuera de la ley y otros forajidos de lugares como la Motown, todo junto, blues, country, funk, soul, cocido y con pizcas del necesario rockabilly. Y es que en el disco hay parte de piano y de guitarra rítmica grabadas por el propio Elvis. Corazón y sudor. Antes de la mantequilla de cacahuete y antes de las fajas. Antes del jamón pata negra de Elvis estaba el Elvis magro y dionisiaco. Eduardo Izquierdo lo resume, lo refleja, lo deja claro.. Versiones propias o primeras versiones, versiones de otros, pero mejoradas, los instrumentos, bellísimos, cintas con demos, escuchadas en casa, con calma, dejando que lo mejor entrara en él, en el mejor: continente y contenido hasta tener un repertorio superlativo. Era la época, ya he comentado, en el que Willie Nelson y Waylon Jennings grababan discos conceptuales, que los Rolling Stones narcotizados junto a Mick Taylor registraban cosas como Sticky Fingers en 1971 y, sobre todo, Exile on Main St. Grabada en julio del 71, donde no hay sencillos, donde las canciones van unidas unas con las otras. Elvis, bello, guapo, atlético, expulsando a patadas a los elfos navideños de Elvis: el juego cromático del rock de la cárcel, el Elvis de la escena de Crawhfish, camiseta interior ferrys, blanca, cuero negro, pañuelo rojo de dandy (sí, Raphael o Jim o Hallyday o Luis Antonio de Villena). Provocando el placer con la mirada.. Leo y aprendo sobre Eddy Arnold y Felton Davis (ojo, conexión fortísima con el libro de Javier Márquez, por si quieren doblete), que devuelve a Elvis el negro brillante y con algo del salvajismo del sol. Nada que ver con el clown hinchado y sinatrado del final (ojo, que ese Elvis, si algún día hablamos de él, canta como ningún Elvis ha cantado, cada toalla empapada vale su peso en oro). Muchos vasos de plástico después, una nariz taponada, bien de anfetaminas, como Francisco Umbral o Leonard Cohen, para empezar al caer la tarde y salir, completamente eufóricos, con las primeras luces del día siguiente. El sonido Nashville frente al sonido Memphis, Chet Atkins y Parker dando malo. Pero Elvis, cómodo, intérprete, un tipo que frasea como un bardo. Calor, Chips Moran, que luego aparece con Willie Nelson y Always on my mind.. Me detengo un instante mientras pongo las dos tomas del acústico del Comeback, estoy jugando a los legos con mi hijo, escucho a DJ Fontana usando la funda de la guitarra como si fuera la batería en el Love me (que, disculpen la barbaridad que voy a decir, conocí por la versión de The Cramps) y luego las cuerdas y los vientos de Long Black Limousine. Es cuantitativamente distinto y cualitativamente hermoso, universal. Escribe Eduardo Izquierdo sobre If I can dream, sobre Martin Luther King, sobre Robert Kennedy, imagino a Elvis, antes de Nixon y las pistolas, haciendo más por la integración, por los derechos civiles que los hippies de ácido. Pienso en Brad Pitt en la penúltima de Tarantino. Seguro que le iba este disco.. Y las patillas. Son fundamentales. Son las fuckin patillas de hacha de Luis Ocaña. Las mejores patillas de la historia. No me pienso bajar. Las patillas son importantes. Ahora que mi barba es canosa, me doy cuenta de que ya no podré nunca llevar unas patillas así.. Leemos sobre problemas con los derechos, leemos sobre la magia del American Sound Studio, que Elvis no componga es lo de menos cuando está tan metido en la escucha y selección, es un bardo, un cantante, un actor, un intérprete, ELCANTANTE como Héctor Lavoe, junto, con mayúsculas. Los mejores músicos, los Memphis Boys. Ojo, que estamos en 1969, luego volveremos a ello, y los beatniks de anfetamina, Lou y John, Reed y Cale están encendidos de bencedrinas por Nueva York, pianistas y teclistas, y los pianos se dejan caer como botellitas, teclas, tormenta.. Arrancan con Long Black Limousine. Un parche para Bobby Wood. Long Black Limousine, me da igual, ninguna otra versión vale nada. La canción que cierra una novela, que empieza una vida, como todas las canciones buenas de Ellvis, las que van del comienzo y añaden un final, como In the Ghetto, claro. Elvis cantando con la pelvis en movimiento, el aliento, This is the story, wearin, loved, look. Canciones como en Exile on main street, una conjunción cósmica, finales de los setenta, luego hablaremos del año de la perfección, sin singles claros, con temas intercambiables, capítulos de un libro, un disco para todas las estaciones, primavera, verano, otoño, invierno, intercambiables, permutaciones.. Cerca de las ocho y media de la mañana, con Gentle on my mind. Y la nariz del Rey colapsada, en esas toallas, impregnadas del ADN. Discos grabados con músicos que estaban más cerca de la Credence Clearwater Revival o de la Motown, músicos que tomaban el jugo de una buena canción y lo fermentaban y aderezaban, como los chicos Outlaw, el origen, el presente, el futuro.. Un instante. Escucho Hey Jude. The Beatles. Una de ellos, una nueva, Something, Aprovecho el espacio digital para juntarlo todo en uno. La idea de meter a Elvis en un estudio, pillar la última musa, antes de la faja y la capa blanca, un repertorio y un cuerpo musculoso, grabar y distribuir el maná los años siguientes. No son discos de descartes o son los suficientemente buenos como para ser nutritivos. Un disco que se graba, se concibe, ornamenta, un lugar, un sitio, un tiempo. Es la primera cosecha, la que sabe dulce y jugosa. El resto es material con sabor a cámara. Nada como del campo a la mesa.. En febrero de 1969 las cosas se empezaban a poner serias. Quedaba poco para que llegara el año perfecto para la música pop. Si el trabajo de investigación tiene la misma fuerza que la poesía del autor, me gusta, todas esas canciones que se graban, ahora, lo ampuloso es distinción. No lo sabíamos, ahora empezamos a quitarnos la venda. Es Neil Diamond, claro. Tuvo que explicarlo Tarantino y Urge Overkill, tuvo que hacerlo Rick Rubin. Pero para eso… vuelvo, escucho otra vez Long Black Limousine. Escucho Power of my love. Otra vez Bunbury, claro. Arreglos de cuerda y de metales, lo que en los noventa pensamos que era hortera por lo ampuloso.. Con los años, volvimos, sobre todo, a Francia, a Jacques y Sergé, a Brel y Gainsbourg, también, los más británicos, a Scott Walker cuando lo llamó Jarvis Cocker… por supuesto, Raphael (y Bunbury, cuando tuvo dinero) y Warren Ellis, Ellis con Nick Cave, el piano sobre el piano, el sintetizador conectado al violín, los niños haciendo una cadena de coros que iba hasta el cielo. Eso es bueno, es música de primera, es la Motown, con sus músicos de estudio, con las mejores bandas de mercenarios, el fuckin Nico Fidenco, claro, llevando a Emmanuelle hasta el estudio. Nada que ahora ninguna tarjeta de sonido, ningún emulador descargado, nada de eso puede darnos ese calor, ese alma…. Un libro sobre un disco tiene, como este, que contener el análisis detallado de cada tema. Las versiones previas, las maquetas, el éxito pasado, en paralelo y futuro. Country sureño, los fuera de la ley, el encuentro con Richard Nixon, Elvis pasado de anfetas, de sedantes, da igual, treinta y cuatro personas en un solo track. Las Jordanaires, los tres tipos sacados de las Panteras Negras con solo el más fuerte sobrevive: soul, wearin, love, las canciones tienen títulos planos, sin excesos, eljugo está dentro, llega con EL COMETA DEL HOMBRE DE HIELO. Y aparece el tío Bob (Dylan) y el jefe (Bruce), Hold y Heart, canciones de género, con Dean Martin sosteniendo un destornillador (zumo más vodka), con Dino haciendo el tema casi en spoken word. La limusina negra, no hay que decir mucho más. El todo y la nada. Llevo una lista de sesenta, han bajado a veinticinco y todavía sigue allí. Creo que llegará a la docena final.. Los viajes a Salou escuchando Poetry in motion por Johnny Timolson, en el coche, con mis padres, la casetera ardiendo de buen rock esta noche. Y, claro, el Dúo Dinámico, Ramón y Manolo, siempre… Pienso en Ramón Arcusa producido a Julio Iglesias, confiado, confiable. Eso es lo que necesitan los grandes, gente muy grande junto a ellos. Hank Snow que estaba allí desde el principio, que era viejo cuando el rockandroll gateaba, cuando Sun Records más que una discografía era una cuadra.. I´m movin on y Power of my love. Movin, love, las grandes palabras. Gentle on my minde, con un Sinatra regular. Frank odiaba a Elvis, no hace falta que te lo diga. No era lo mismo que Bing Crosby y David Bowie. Es Elvis Presley y un órgano hammond nutricio, After lovin you. Lo mismo, gerundios y amor. Con la guitarra rítmica grabada por Elvis, eso es lo más grande, como cuando quiso aprender a tocar el bajo y se lo comentó a Paul McCartney. La piedra, el agua, la dulce Carolina.. Más versión de Percy Sledge y volvemos a los Highwaymen. Leyendo, mirando al otro lado, si es que no hay casualidades, como una versión extra de Percy Sledge. Claro, In the ghetto, si claro, te vas a marchar sin hablar del Príncipe Gitano. Un poco sí, porque prefiero la de Bunbury, la que alimenta mis sueños y hace volar mis cenizas. Con Copi en el piano.. Llega al número 1. Doce días treinta y seis canciones. Fondo de armario. Siempre cerca del corazón, bajo la lluvia, el ajenjo. Tenía toda la vida por delante, Elvis y yo.
Desde que se abrió el Motel Margot las coincidencias van y vienen. Casi todas se quedan. Otras se multiplican. La mayor parte llegan de antiguo. Sin un orden particular: me compro una edición en vinilo de From Elvis in Memphis porque no se me va de la cabeza que Bunbury, en su momento, dijo que ese era su mejor disco, y que Long Black Limousine el tema. El gran tema. Nunca lo había tenido en físico. Todo eran archivos comprimidos cutres. Busco la entrevista y la cita y la encuentro:. CapturaOctavio Gómez. Volveremos a Bunbury. Más cerca, en Navidad me hago, me regalan más bien, la parte acústica del Comeback del 68. Es lo más auténtico que he escuchado desde las cintas de Sun Records con todo. Todo es la quinta y sexta toma de Milkcow Blues Boogie antes de 1960, realrealgone. Y la versión de The Cramps. Me estoy yendo, pasará mucho a lo largo de este artículo. Al menos hasta que centre. Un fanzine, Estado estacionario. Un número en el que regalaban una casete de Bunbury (he vuelto mucho antes de lo esperado) con Copi y Alan Boguslavsky cantando versiones en La Estación del Silencio.. Estado EstacionarioOctavio Gómez. La época digital nos había devuelto aquellas interpretaciones. Ashes to ashes de Bowie, una de Free, Whatching the wheels de John Lennon y, ojo, dos temas del repertorio de From Elvis en Memphis. Dos de cinco es algo serio. In the ghetto, claro y la menos conocida, pero brutal, Kentucky Rain. Bajo al trastero, encuentro el fanzine, le echo una foto, la subo aquí. Me duele la pierna, la ciática, escribir es un tormento, un par de píldoras y todo se olvida. Me siento Elvis, el sobrepeso y la actitud. Así que pongo Netflix y me encuentro con una serie de dibujos animados psicodélica.. Penúltimo recuerdo: conciertos de Navidad de homenaje a Elvis, con Bunbury y músicos de Zaragoza. Mi admirado Javier Romero, me lo encuentro en la feria del libro, ha editado un tebeo sobre uno de sus relatos más conocidos La noche en que Bunbury fue Elvis y Eva Amaral hizo los coros, inspirado en aquellas noches de diciembre. El tema era Crawfish, maravilloso, del King Creole banda sonora. Pero hablamos y me recuerda que en aquellos conciertos hubo mucho material de esa época, entre la vuelta y Memphis: busco algunas canciones Trying to Get To You al modo del acústico del Comeback del 68, y Power of My Love y, por supuesto, Long black Limousine del From Elvis en Memphis.. Abrumado, me monto una lista mental de versiones mientras el primer calor de junio cae a plomo en el parque del cortijo. Mi hijo juega con otros críos y yo acabo de leer el maravilloso «From Elvis in Memphis. La última gran evasión de Elvis» de Eduardo Izquierdo, editado por EFE EME. Y tomo notas. Y las paso a limpio.. PortadaOctavio Gómez. ¿Qué puede hacer diferente a un disco de Elvis de todos los demás? Lo primero que lo grabó Elvis, lo segundo que las canciones, la manera de interpretarlas, los músicos y los arreglos tenían una coherencia atemporal y juglaresca, de puro sentimiento, que trascendía al tiempo y al espacio en el que se registraron y se pusieron a la venta. A finales de los sesenta estaba Bob Dylan, Love y The Doors, estaba Leonard Cohen empezando, estaban todos los mitos, más muertos que vivos. Jim Morrison vs. Elvis, The Beatles vs. Elvis, Sinatra vs. Elvis. ¿Qué, cómo, cuándo? Y es que aún hay una enésima casualidad. En Motel Margot hay sitio para muchos, para todos, y, a la vez, estoy con un libro sobre los Honky Tonk Heroes. Los forajidos de la música country de Javier Márquez Sánchez editado por Sílex. Esos cuatreros se intercambiaron con Elvis algunos temas, dieron espacio al oeste, aparecen en el ideario de las canciones del disco.. Fuera de la ley y otros forajidos de lugares como la Motown, todo junto, blues, country, funk, soul, cocido y con pizcas del necesario rockabilly. Y es que en el disco hay parte de piano y de guitarra rítmica grabadas por el propio Elvis. Corazón y sudor. Antes de la mantequilla de cacahuete y antes de las fajas. Antes del jamón pata negra de Elvis estaba el Elvis magro y dionisiaco. Eduardo Izquierdo lo resume, lo refleja, lo deja claro.. recorteOctavio Gómez. Versiones propias o primeras versiones, versiones de otros, pero mejoradas, los instrumentos, bellísimos, cintas con demos, escuchadas en casa, con calma, dejando que lo mejor entrara en él, en el mejor: continente y contenido hasta tener un repertorio superlativo. Era la época, ya he comentado, en el que Willie Nelson y Waylon Jennings grababan discos conceptuales, que los Rolling Stones narcotizados junto a Mick Taylor registraban cosas como Sticky Fingers en 1971 y, sobre todo, Exile on Main St. Grabada en julio del 71, donde no hay sencillos, donde las canciones van unidas unas con las otras. Elvis, bello, guapo, atlético, expulsando a patadas a los elfos navideños de Elvis: el juego cromático del rock de la cárcel, el Elvis de la escena de Crawhfish, camiseta interior ferrys, blanca, cuero negro, pañuelo rojo de dandy (sí, Raphael o Jim o Hallyday o Luis Antonio de Villena). Provocando el placer con la mirada.. RecorteOctavio Gómez. Leo y aprendo sobre Eddy Arnold y Felton Davis (ojo, conexión fortísima con el libro de Javier Márquez, por si quieren doblete), que devuelve a Elvis el negro brillante y con algo del salvajismo del sol. Nada que ver con el clown hinchado y sinatrado del final (ojo, que ese Elvis, si algún día hablamos de él, canta como ningún Elvis ha cantado, cada toalla empapada vale su peso en oro). Muchos vasos de plástico después, una nariz taponada, bien de anfetaminas, como Francisco Umbral o Leonard Cohen, para empezar al caer la tarde y salir, completamente eufóricos, con las primeras luces del día siguiente. El sonido Nashville frente al sonido Memphis, Chet Atkins y Parker dando malo. Pero Elvis, cómodo, intérprete, un tipo que frasea como un bardo. Calor, Chips Moran, que luego aparece con Willie Nelson y Always on my mind.. Me detengo un instante mientras pongo las dos tomas del acústico del Comeback, estoy jugando a los legos con mi hijo, escucho a DJ Fontana usando la funda de la guitarra como si fuera la batería en el Love me (que, disculpen la barbaridad que voy a decir, conocí por la versión de The Cramps) y luego las cuerdas y los vientos de Long Black Limousine. Es cuantitativamente distinto y cualitativamente hermoso, universal. Escribe Eduardo Izquierdo sobre If I can dream, sobre Martin Luther King, sobre Robert Kennedy, imagino a Elvis, antes de Nixon y las pistolas, haciendo más por la integración, por los derechos civiles que los hippies de ácido. Pienso en Brad Pitt en la penúltima de Tarantino. Seguro que le iba este disco.. Y las patillas. Son fundamentales. Son las fuckin patillas de hacha de Luis Ocaña. Las mejores patillas de la historia. No me pienso bajar. Las patillas son importantes. Ahora que mi barba es canosa, me doy cuenta de que ya no podré nunca llevar unas patillas así.. Leemos sobre problemas con los derechos, leemos sobre la magia del American Sound Studio, que Elvis no componga es lo de menos cuando está tan metido en la escucha y selección, es un bardo, un cantante, un actor, un intérprete, ELCANTANTE como Héctor Lavoe, junto, con mayúsculas. Los mejores músicos, los Memphis Boys. Ojo, que estamos en 1969, luego volveremos a ello, y los beatniks de anfetamina, Lou y John, Reed y Cale están encendidos de bencedrinas por Nueva York, pianistas y teclistas, y los pianos se dejan caer como botellitas, teclas, tormenta.. recorteOctavio Gómez. Arrancan con Long Black Limousine. Un parche para Bobby Wood. Long Black Limousine, me da igual, ninguna otra versión vale nada. La canción que cierra una novela, que empieza una vida, como todas las canciones buenas de Ellvis, las que van del comienzo y añaden un final, como In the Ghetto, claro. Elvis cantando con la pelvis en movimiento, el aliento, This is the story, wearin, loved, look. Canciones como en Exile on main street, una conjunción cósmica, finales de los setenta, luego hablaremos del año de la perfección, sin singles claros, con temas intercambiables, capítulos de un libro, un disco para todas las estaciones, primavera, verano, otoño, invierno, intercambiables, permutaciones.. recorteOctavio Gómez. Cerca de las ocho y media de la mañana, con Gentle on my mind. Y la nariz del Rey colapsada, en esas toallas, impregnadas del ADN. Discos grabados con músicos que estaban más cerca de la Credence Clearwater Revival o de la Motown, músicos que tomaban el jugo de una buena canción y lo fermentaban y aderezaban, como los chicos Outlaw, el origen, el presente, el futuro.. Un instante. Escucho Hey Jude. The Beatles. Una de ellos, una nueva, Something, Aprovecho el espacio digital para juntarlo todo en uno. La idea de meter a Elvis en un estudio, pillar la última musa, antes de la faja y la capa blanca, un repertorio y un cuerpo musculoso, grabar y distribuir el maná los años siguientes. No son discos de descartes o son los suficientemente buenos como para ser nutritivos. Un disco que se graba, se concibe, ornamenta, un lugar, un sitio, un tiempo. Es la primera cosecha, la que sabe dulce y jugosa. El resto es material con sabor a cámara. Nada como del campo a la mesa.. recorteOctavio Gómez. En febrero de 1969 las cosas se empezaban a poner serias. Quedaba poco para que llegara el año perfecto para la música pop. Si el trabajo de investigación tiene la misma fuerza que la poesía del autor, me gusta, todas esas canciones que se graban, ahora, lo ampuloso es distinción. No lo sabíamos, ahora empezamos a quitarnos la venda. Es Neil Diamond, claro. Tuvo que explicarlo Tarantino y Urge Overkill, tuvo que hacerlo Rick Rubin. Pero para eso… vuelvo, escucho otra vez Long Black Limousine. Escucho Power of my love. Otra vez Bunbury, claro. Arreglos de cuerda y de metales, lo que en los noventa pensamos que era hortera por lo ampuloso.. Con los años, volvimos, sobre todo, a Francia, a Jacques y Sergé, a Brel y Gainsbourg, también, los más británicos, a Scott Walker cuando lo llamó Jarvis Cocker… por supuesto, Raphael (y Bunbury, cuando tuvo dinero) y Warren Ellis, Ellis con Nick Cave, el piano sobre el piano, el sintetizador conectado al violín, los niños haciendo una cadena de coros que iba hasta el cielo. Eso es bueno, es música de primera, es la Motown, con sus músicos de estudio, con las mejores bandas de mercenarios, el fuckin Nico Fidenco, claro, llevando a Emmanuelle hasta el estudio. Nada que ahora ninguna tarjeta de sonido, ningún emulador descargado, nada de eso puede darnos ese calor, ese alma…. recorteOctavio Gómez. Un libro sobre un disco tiene, como este, que contener el análisis detallado de cada tema. Las versiones previas, las maquetas, el éxito pasado, en paralelo y futuro. Country sureño, los fuera de la ley, el encuentro con Richard Nixon, Elvis pasado de anfetas, de sedantes, da igual, treinta y cuatro personas en un solo track. Las Jordanaires, los tres tipos sacados de las Panteras Negras con solo el más fuerte sobrevive: soul, wearin, love, las canciones tienen títulos planos, sin excesos, eljugo está dentro, llega con EL COMETA DEL HOMBRE DE HIELO. Y aparece el tío Bob (Dylan) y el jefe (Bruce), Hold y Heart, canciones de género, con Dean Martin sosteniendo un destornillador (zumo más vodka), con Dino haciendo el tema casi en spoken word. La limusina negra, no hay que decir mucho más. El todo y la nada. Llevo una lista de sesenta, han bajado a veinticinco y todavía sigue allí. Creo que llegará a la docena final.. Los viajes a Salou escuchando Poetry in motion por Johnny Timolson, en el coche, con mis padres, la casetera ardiendo de buen rock esta noche. Y, claro, el Dúo Dinámico, Ramón y Manolo, siempre… Pienso en Ramón Arcusa producido a Julio Iglesias, confiado, confiable. Eso es lo que necesitan los grandes, gente muy grande junto a ellos. Hank Snow que estaba allí desde el principio, que era viejo cuando el rockandroll gateaba, cuando Sun Records más que una discografía era una cuadra.. recorteOctavio Gómez. I´m movin on y Power of my love. Movin, love, las grandes palabras. Gentle on my minde, con un Sinatra regular. Frank odiaba a Elvis, no hace falta que te lo diga. No era lo mismo que Bing Crosby y David Bowie. Es Elvis Presley y un órgano hammond nutricio, After lovin you. Lo mismo, gerundios y amor. Con la guitarra rítmica grabada por Elvis, eso es lo más grande, como cuando quiso aprender a tocar el bajo y se lo comentó a Paul McCartney. La piedra, el agua, la dulce Carolina.. recorteOctavio Gómez. Más versión de Percy Sledge y volvemos a los Highwaymen. Leyendo, mirando al otro lado, si es que no hay casualidades, como una versión extra de Percy Sledge. Claro, In the ghetto, si claro, te vas a marchar sin hablar del Príncipe Gitano. Un poco sí, porque prefiero la de Bunbury, la que alimenta mis sueños y hace volar mis cenizas. Con Copi en el piano.. Llega al número 1. Doce días treinta y seis canciones. Fondo de armario. Siempre cerca del corazón, bajo la lluvia, el ajenjo. Tenía toda la vida por delante, Elvis y yo.
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