Quizá fue una víctima colateral de toda la atención mediática que ha vivido y sigue viviendo su madre y por eso mismo ha preferido casi siempre desaparecer del foco mediático. Aunque no hubiese sido fácil de reconocer, porque las fotografías que perduraron de él en el imaginario colectivo se remontan a cuando era un niño pequeño. Pero ello no quita que toda la atención que recibió entonces no le afectase y, quizá con más razón que otros, prefiera el hermetismo con respecto a su vida privada que ser un sociliate por su posición dentro de la realeza europea. Al fin y al cabo, hablamos de un príncipe.
Alexander zu Sayn-Wittgenstein, un nombre que quizá al grueso de la población española puede no decirle nada hasta que no se recuerda que se trata del hijo de Corinna Larsen. De hecho, aquellas instantáneas con las que saltó a la fama eran las de un niño pequeño, con pelo rubio, gorra hacia atrás, y muy sonriente junto al rey emérito, Juan Carlos I, que le copia el look y aparece preparando una barbacoa. O aquella otra con el antiguo monarca, Corinna y su hijo, vestidos de gala, junto a un árbol de Navidad a modo de felicitación.
Sin embargo, su reaparición, como destacan desde Vanitatis, ha causado sorpresa. Sobre todo por el paso del tiempo: ya no es tanto el hijo nacido en 2002 de la empresaria germanodanesa que durante tanto tiempo se vinculó al rey emérito, sino que, a sus 23 años, es el príncipe Alexander zu Sayn-Wittgenstein. Y como tal ejerce.
No hay que pasar por alto su posición y la posición de su padre, el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein —a quien en la intimidad casi todos sus allegados llaman ‘Cassi’—, y las responsabilidades dentro de una familia real europea con tantísima historia. De hecho, si Alexander ha reaparecido ha sido por un suceso no por esperado menos trágico: el fallecimiento, a los 105 años de edad, de la princesa Marianne Sayn-Wittgenstein-Sayn.
Ha sido en el funeral de la bisabuela del joven, quien recibía el apodo de la mamarazza de Europa por su avanzada edad, cuando ha reaparecido el príncipe Alexander, quien en una de las fotografías del aciago evento aparece cabizbajo y apesadumbrado junto al féretro, rodeado de otros primos suyos y bisnietos de Marianne, mientras que en otra porta el retrato de su bisabuela, quien, puntualizan desde el citado medio, fue una figura única entre la jet set del Viejo Continente.
Especialmente, por su obsesión y gusto por la fotografía analógica, lo cual acabó convirtiéndola en una de las cronistas visuales más importantes de las clases altas, la aristocracia y las realezas más exclusivas. De hecho, apuntan, durante décadas, gracias a su pertenencia al Gotha, tuvo un acceso privilegiado con su cámara Leica a momentos históricos y llenos de elegancia y fascinación, algunos de ellos protagonizados por figuras de apellidos tan distinguidos como los Grimaldi o los Windsor. Con su muerte, se puede decir, parece terminar una era.
Porque de aquellas fiestas glamourosas se ha pasado, con el tiempo, a las vidas más apocadas de sus descendientes. Al menos, en el caso de Alexander. Al cabo, el príncipe llegó a tener una enorme relación con el emérito. De hecho, la propia Corinna Larsen aseguró en el pódcast Vivir del cuento que Juan Carlos I solía consentir a Alexander incluso más que a sus propios hijos, enseñándole desde las cosas más cotidianas —atarse los cordones de los zapatos, montar en bicicleta o vestirse— a disfrutar genuinamente de su compañía.
Ni que decir tiene que la ‘ruptura’ entre su madre y el monarca, y las posteriores acusaciones y juicios, han hecho que esa relación se pierda en el tiempo y quede casi como un recuerdo en su vida actual, en la que incluso también está alejado de su madre, aunque solo geográficamente —lo que también le ha venido bien por separarse del ruido mediático que protagoniza Corinna—.
Alexander, que estuvo una temporada en Londres, también ha vivido en Edimburgo, dado que ha estudiado en la universidad escocesa de dicha ciudad, realizando un máster de Artes, Historia y Política, según se lee en su LinkedIn, así como estuvo de prácticas en Madrid hasta diciembre de 2024, trabajando como becario para Stoneshield Capital, una firma de inversión en el sur de Europa. Físicamente, es bastante reconocible ahora por su parecido con su padre, con el pelo rubio oscuro, ondulado, y con gafas, alejado de ese punto rebelde de sus imágenes de pequeño.
Por último, hay un detalle significativo con respecto a su vida y a su árbol genealógico. Y es que su madre, Corinna, ha sido progresivamente borrada del relato familiar de su nacimiento, dado que en la web oficial de los Sayn-Wittgenstein aparece que es fruto referido únicamente como fruto de un «matrimonio civil anterior de Casimir», quien más tarde se casó con la modelo Alana Bunte, con quien ha tenido tres hijos. No hay, por tanto, referencia alguna a la empresaria, que se ha empeñado en seguir utilizando el nombre de su exmarido y el título de princesa, por lo que se desconoce su relación actual con su hijo.
El joven, nacido en 2002, se hizo viral por unas fotografías junto al rey emérito Juan Carlos I.
Quizá fue una víctima colateral de toda la atención mediática que ha vivido y sigue viviendo su madre y por eso mismo ha preferido casi siempre desaparecer del foco mediático. Aunque no hubiese sido fácil de reconocer, porque las fotografías que perduraron de él en el imaginario colectivo se remontan a cuando era un niño pequeño. Pero ello no quita que toda la atención que recibió entonces no le afectase y, quizá con más razón que otros, prefiera el hermetismo con respecto a su vida privada que ser un sociliate por su posición dentro de la realeza europea. Al fin y al cabo, hablamos de un príncipe.. Alexander zu Sayn-Wittgenstein, un nombre que quizá al grueso de la población española puede no decirle nada hasta que no se recuerda que se trata del hijo de Corinna Larsen. De hecho, aquellas instantáneas con las que saltó a la fama eran las de un niño pequeño, con pelo rubio, gorra hacia atrás, y muy sonriente junto al rey emérito, Juan Carlos I, que le copia el look y aparece preparando una barbacoa. O aquella otra con el antiguo monarca, Corinna y su hijo, vestidos de gala, junto a un árbol de Navidad a modo de felicitación.. Sin embargo, su reaparición, como destacan desde Vanitatis, ha causado sorpresa. Sobre todo por el paso del tiempo: ya no es tanto el hijo nacido en 2002 de la empresaria germanodanesa que durante tanto tiempo se vinculó al rey emérito, sino que, a sus 23 años, es el príncipe Alexander zu Sayn-Wittgenstein. Y como tal ejerce.. No hay que pasar por alto su posición y la posición de su padre, el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein —a quien en la intimidad casi todos sus allegados llaman ‘Cassi’—, y las responsabilidades dentro de una familia real europea con tantísima historia. De hecho, si Alexander ha reaparecido ha sido por un suceso no por esperado menos trágico: el fallecimiento, a los 105 años de edad, de la princesa Marianne Sayn-Wittgenstein-Sayn.. Ha sido en el funeral de la bisabuela del joven, quien recibía el apodo de la mamarazza de Europa por su avanzada edad, cuando ha reaparecido el príncipe Alexander, quien en una de las fotografías del aciago evento aparece cabizbajo y apesadumbrado junto al féretro, rodeado de otros primos suyos y bisnietos de Marianne, mientras que en otra porta el retrato de su bisabuela, quien, puntualizan desde el citado medio, fue una figura única entre la jet set del Viejo Continente.. Especialmente, por su obsesión y gusto por la fotografía analógica, lo cual acabó convirtiéndola en una de las cronistas visuales más importantes de las clases altas, la aristocracia y las realezas más exclusivas. De hecho, apuntan, durante décadas, gracias a su pertenencia al Gotha, tuvo un acceso privilegiado con su cámara Leica a momentos históricos y llenos de elegancia y fascinación, algunos de ellos protagonizados por figuras de apellidos tan distinguidos como los Grimaldi o los Windsor. Con su muerte, se puede decir, parece terminar una era.. Porque de aquellas fiestas glamourosas se ha pasado, con el tiempo, a las vidas más apocadas de sus descendientes. Al menos, en el caso de Alexander. Al cabo, el príncipe llegó a tener una enorme relación con el emérito. De hecho, la propia Corinna Larsen aseguró en el pódcast Vivir del cuento que Juan Carlos I solía consentir a Alexander incluso más que a sus propios hijos, enseñándole desde las cosas más cotidianas —atarse los cordones de los zapatos, montar en bicicleta o vestirse— a disfrutar genuinamente de su compañía.. Ni que decir tiene que la ‘ruptura’ entre su madre y el monarca, y las posteriores acusaciones y juicios, han hecho que esa relación se pierda en el tiempo y quede casi como un recuerdo en su vida actual, en la que incluso también está alejado de su madre, aunque solo geográficamente —lo que también le ha venido bien por separarse del ruido mediático que protagoniza Corinna—.. Alexander, que estuvo una temporada en Londres, también ha vivido en Edimburgo, dado que ha estudiado en la universidad escocesa de dicha ciudad, realizando un máster de Artes, Historia y Política, según se lee en su LinkedIn, así como estuvo de prácticas en Madrid hasta diciembre de 2024, trabajando como becario para Stoneshield Capital, una firma de inversión en el sur de Europa. Físicamente, es bastante reconocible ahora por su parecido con su padre, con el pelo rubio oscuro, ondulado, y con gafas, alejado de ese punto rebelde de sus imágenes de pequeño.. Por último, hay un detalle significativo con respecto a su vida y a su árbol genealógico. Y es que su madre, Corinna, ha sido progresivamente borrada del relato familiar de su nacimiento, dado que en la web oficial de los Sayn-Wittgenstein aparece que es fruto referido únicamente como fruto de un «matrimonio civil anterior de Casimir», quien más tarde se casó con la modelo Alana Bunte, con quien ha tenido tres hijos. No hay, por tanto, referencia alguna a la empresaria, que se ha empeñado en seguir utilizando el nombre de su exmarido y el título de princesa, por lo que se desconoce su relación actual con su hijo.