En un aula de un centro público del barrio de Nazaret, en Valencia, un grupo de alumnos construye aldeas, gestiona recursos energéticos y toma decisiones sostenibles mientras compite amistosamente con sus compañeros. A simple vista, parece que están jugando. Pero detrás de esa mecánica lúdica se encuentra Eutopía, una sofisticada plataforma de evaluación por competencias desarrollada por la startup Zynergic Education. Una herramienta que recoge más de 1.000 datos por alumno y hora de uso, y los traduce en informes automáticos adaptados a cada comunidad autónoma, aliviando la sobrecarga de trabajo docente y respondiendo de forma directa a una de las grandes exigencias de la Lomloe: evaluar a los estudiantes no solo por lo que memorizan, sino por lo que saben hacer.
El impulso detrás de esta propuesta nace de una historia personal, la de Ernesto Buñuel, fundador y CEO de Zynergic, que fue diagnosticado de dislexia bilateral cruzada a los tres años. Aprendió a distinguir la izquierda de la derecha jugando al Mario Kart, y esa experiencia marcó su forma de entender el aprendizaje. Tras formarse en ingeniería de diseño industrial en la Universidad Técnica de Eindhoven (Holanda), regresó a Valencia con la idea de crear un recurso pedagógico basado en videojuegos que pudiera ayudar a otros alumnos como él. Pero tener una buena idea no basta para emprender: “Yo no sabía ni pagar una nómina”, reconoce. En 2021 fue aceptado en Lanzadera, la aceleradora de startupsde Marina de Empresas impulsada por Juan Roig. Allí no solo reformuló su proyecto, sino que aprendió ventas, liderazgo, finanzas y cultura empresarial, con un programa personalizado diseñado para suplir las carencias de cada emprendedor.
Zynergic es una de las más de 1.300 empresas emergentes que han pasado por Lanzadera desde su creación, pero su caso resulta especialmente revelador porque conecta dos vectores clave del ecosistema valenciano: la transformación educativa y la formación para emprender. En un momento en que la ley educativa obliga a cambiar radicalmente el sistema de evaluación, y muchos docentes se lamentan por no tener tiempo ni herramientas para aplicar esa transición, propuestas como Eutopía demuestran cómo la tecnología, bien utilizada, puede facilitar ese proceso sin perder de vista la pedagogía. Y al mismo tiempo, ponen en valor el papel de Lanzadera como espacio de aprendizaje práctico, donde cada proyecto, por pequeño que sea al inicio, puede crecer con el acompañamiento adecuado.
Facilitar la evaluación por competencias
“Nosotros somos muy críticos con nuestro sistema educativo, porque el modelo evaluativo tradicional, en el que memorizas el contenido y lo vomitas en un examen, no nos permite realmente entender en qué es bueno cada alumno”, reivindica Buñuel. Pero el reto no está solo en la ley, sino en su aplicación práctica: “Evaluar por competencias no es corregir exámenes. Tienes que crear situaciones de aprendizaje, programar diferente, hacer criterios de evaluación… Es un trabajo que exige mucho de los profesores, que no están preparados ni tienen el tiempo necesario para ejecutar esta labor correctamente”, señala. Además, la evaluación por competencias debe ser transversal y afectar a todas las áreas del conocimiento: “No puedes evaluar las competencias solo desde Matemáticas, sino que tiene que ser desde todas las áreas. El de mates puede programar su situación de aprendizaje, el de Lengua puede programar la suya… y luego todo se evalúa desde el juego”, añade.
En Eutopía, los alumnos gestionan una aldea virtual que debe crecer y prosperar. Para ello, resuelven situaciones de aprendizaje que les otorgan puntos; esos puntos se transforman en energía, y con la energía pueden construir edificios, mejorar infraestructuras y hacer que su población aumente. Cada decisión cuenta: colaborar o competir, apostar por energías limpias o contaminantes, cuidar el entorno o ignorarlo. El juego plantea dilemas con consecuencias visibles y engancha al alumnado en una dinámica donde aprender y avanzar son parte de la misma estrategia, por medio de situaciones de aprendizaje relevantes relacionadas con la vida real.
La plataforma incorpora las siete competencias clave definidas por la Lomloe —lingüística, matemática, digital, personal y social, ciudadana, emprendedora y cultural— y las integra en experiencias jugables que simulan situaciones reales, y que recurren a mecánicas de juegos que a los estudiantes ya les gustan, “como Pokémon, Digimon o Jurassic Park”. Los contenidos cubren temáticas como energías renovables, ecosistemas o empleabilidad (para la FP), y el equipo ya trabaja en nuevos módulos que permitirán, por ejemplo, que los alumnos creen sus propias empresas virtuales. “En el segundo juego que hemos creado, sigues teniendo la isla de Europía, pero en vez de construir las casas con energía, exploras diferentes partes de la isla y vas encontrando el ADN de criaturas extinguidas”, esgrime Buñuel. Hoy están ya presentes en 16 centros educativos, y para el curso que viene esperan poder llevar a 50.
De momento, los docentes pueden utilizar las más de 500 situaciones de aprendizaje ya incluidas o añadir las suyas propias, en sesiones semanales que se integran fácilmente en la rutina del aula. “Claro, ahí hay de todo: tienes profes a los que les encanta, que están con unas ganas brutales y que crean un montón de actividades personalizadas; y otros que simplemente están sobrecargadísimos y que agradecen que les ayudes quitándoles tareas de encima”, explica.
La información recogida por la plataforma permite al profesorado identificar fortalezas y necesidades sin tener que procesar manualmente todos los resultados. “Nos da un informe de evaluación por competencias que realmente nos permite medir en qué es bueno cada alumno; que el docente pueda seguirle en tiempo real y hacer cualquier corrección a tiempo”, indica Buñuel. Esa capacidad de actuar antes de que sea demasiado tarde es, para él, uno de los mayores avances: “Lo que pasa siempre es que llega las notas a final de trimestre, a final de curso, y ahora ya es demasiado tarde, ¿no?”.
Además, destaca que Eutopía resulta especialmente útil para estudiantes que no encajan en los métodos convencionales. “Funciona muy bien con alumnos neurodivergentes [aquellos con Trastorno del Espectro Autista (TEA), Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), dislexia o dispraxia, entre otros], con problemas de concentración o con dificultades de expresión escrita”, asegura. El fundador de Zynergic insiste que la plataforma no pretende sustituir al profesor ni alterar el currículum, sino acompañar el cambio metodológico que ya está en marcha: “La educación no puede depender solo de herramientas, pero sí podemos usar la tecnología para facilitar los cambios que ya sabemos que son necesarios”.
¿Cómo formarse para emprender?
Buñuel lo resume con franqueza: “No tenía ni idea de cómo gestionar una empresa. Sabía de educación y tenía una visión clara de lo que quería construir, pero no sabía ni cómo estructurar un equipo, ni cómo delegar, ni cómo vender”. El acceso de Zynergic a Lanzadera, la aceleradora de Marina de Empresas impulsada por Juan Roig en Valencia, fue para él una experiencia transformadora. “Ha sido el máster que nunca hice pero mucho mejor, porque era sobre mi proyecto, con mis problemas, mis necesidades y mis errores reales”, asegura.
Ahora bien, ¿qué diferencia a Lanzadera de otras aceleradoras? Más allá de la financiación o del espacio de trabajo, la clave reside en el itinerario formativo personalizado que la aceleradora valenciana diseña para cada startup. Y es que, cuando una empresa entra en el programa, se le asigna un director de proyecto que, tras una entrevista inicial, le prescribe un plan a medida para seis meses de formación práctica y acompañamiento individualizado (que pueden ampliarse a otros seis). “El objetivo es que cada emprendedor trabaje justo aquello que necesita para crecer: desde ventas o gobernanza, hasta liderazgo, inversión o producto”, explica Curro Galván, responsable de producto en Lanzadera.

El modelo se sustenta en seis grandes áreas: liderazgo, marketing y ventas, encaje producto-mercado, inversión, recursos humanos y calidad total. Cada semana, los emprendedores asisten a formaciones teóricas, talleres aplicados y sesiones de mentoría con expertos. “Aquí no vienes a hacer un MBA, vienes a escalar tu empresa. Todo lo que se enseña es activable en muy poco tiempo”, subraya Galván. Una inmediatez que resultó clave para Zynergic: “La primera formación que hicimos fue de ventas y me di cuenta de que estaba vendiendo mal mi producto. Cambié el discurso y fue como una chispa”, recuerda su CEO.
La pieza central del itinerario es el modelo de calidad total, adaptado del que rige en Mercadona. Es, en palabras de Galván, la herramienta que ayuda a tomar decisiones sin improvisar y a profesionalizar el crecimiento. A través de sesiones cerradas y trabajo compartido con otros fundadores, se abordan temas estratégicos como la relación con clientes, proveedores o la gestión del propio equipo.
Una formación que no se limita a talleres o mentorías: también sucede en el día a día, en el roce entre proyectos que comparten espacio y desafíos. Para Buñuel, el ecosistema fue clave cuando su plataforma se cayó la víspera de su primera visita a un centro educativo. “De repente, justo el día de antes, no funcionaba nada”, recuerda. Sin saber cómo reaccionar, pidieron ayuda a través del grupo de CTOs de Lanzadera. “¡Ayuda! Se nos ha caído la aplicación, mañana tenemos que ir al cliente por primera vez y no sabemos qué hacer». E inmediatamente vino un ejército de 10 directores de tecnología (CTOs) de 10 empresas diferentes y, entre todos, nos dimos cuenta de cuál era el problema y pudimos solucionarlo.” Un gesto espontáneo que, para él, refleja lo esencial: en Lanzadera no solo se forma para emprender, se emprende acompañado.
Valencia, ecosistema emprendedor
Algo se mueve en Valencia, que se ha convertido en uno de los hubs tecnológicos más vibrantes de Europa. Su ecosistema emprendedor no solo ha crecido en número —más de 1.500 startups activas, 16 aceleradoras y 12 incubadoras—, sino también en cohesión, madurez y visibilidad internacional. “Está formado por una comunidad diversa, inclusiva, abierta, colaborativa y con propósito”, describe Nacho Mas, CEO de Startup Valencia. Esa identidad colectiva, distinta de la que predomina en Madrid o Barcelona, ha permitido posicionar a la ciudad como un entorno competitivo y atractivo para el talento global: “Vivimos uno de los momentos más ilusionantes del ecosistema emprendedor valenciano, marcado por la madurez, la consolidación internacional y una creciente proyección global”, resume.
La formación juega un papel central en ese impulso. Desde Startup Valencia se promueven iniciativas que conectan la educación con el emprendimiento real, como el Seed Startup Program, el Softlanding Program o el Cybersecurity Startup Program, que combinan mentorías, formación práctica y acceso al mercado. Mas insiste en que el futuro del ecosistema pasa por reforzar ese puente con la universidad: “Las universidades y los centros educativos deben ser motores de innovación, con una conexión real con el ecosistema”. Para facilitar esa transferencia de conocimiento científico al tejido productivo, han puesto también en marcha el Comité Tech Transfer, un grupo de trabajo que reúne a investigadores, emprendedores, inversores y corporaciones con el objetivo de convertir talento en impacto.
Más allá de las cifras y los programas, lo que define a Valencia es su capacidad para generar comunidad. “Lo que más valoran las startups internacionales es el entorno: un clima excelente, un coste de vida competitivo, buenas infraestructuras, talento local, capacidad de atracción de inversión internacional y una comunidad emprendedora muy conectada y colaborativa”, explica Mas. Y es que las conexiones humanas, asegura, son un factor clave para retener talento y atraer proyectos de alto valor añadido: “En un mundo global, donde la innovación no tiene fronteras, la cultura emprendedora valenciana ha demostrado que se puede competir a nivel internacional sin perder lo local: esa manera de hacer, de compartir y de colaborar”.
En un aula de un centro público del barrio de Nazaret, en Valencia, un grupo de alumnos construye aldeas, gestiona recursos energéticos y toma decisiones sostenibles mientras compite amistosamente con sus compañeros. A simple vista, parece que están jugando. Pero detrás de esa mecánica lúdica se encuentra Eutopía, una sofisticada plataforma de evaluación por competencias desarrollada por la startup Zynergic Education. Una herramienta que recoge más de 1.000 datos por alumno y hora de uso, y los traduce en informes automáticos adaptados a cada comunidad autónoma, aliviando la sobrecarga de trabajo docente y respondiendo de forma directa a una de las grandes exigencias de la Lomloe: evaluar a los estudiantes no solo por lo que memorizan, sino por lo que saben hacer.. Seguir leyendo