Después de Santos Cerdán, ¿qué? Lo inverosímil tiene los días contados. Fue en febrero de 2024 cuando la UCO dio con Koldo y supo de sus conexiones con Santos Cerdán, y aceptar que esas conexiones permanecieron ocultas hasta la semana pasada a ojos de Pedro Sánchez, quien como secretario general del PSOE era su inmediato superior, sería como creer en pajaritos preñados. Aquella comparecencia en el vacío absoluto de la sala de prensa de Moncloa recordaba los cánticos de las excursiones en autobús de los colegiales de entonces, cuando entonaban «para ser conductor de primera, acelera, acelera» y aún más aquella de «ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas». El público no da crédito y perdida la credibilidad… un Gobierno resulta insostenible, sin que sea posible su prórroga.. Así las cosas, en el entorno del presidente Sánchez hay dos escuelas de pensamiento. La primera, propugna que no pierda pie, que siga aferrado al puesto sin dejar de pernoctar en Moncloa porque estima que es desde ese palacio, convertido en trinchera, desde donde mejor puede defenderse, sean cuales fueren las vicisitudes procesales que pudieran activarse contra él, contra su mujer, contra su hermano y contra el resto de su parentela y de su círculo íntimo. Los alineados en esta formación comparten la vieja sabiduría campesina, según la cual después de llover escampa, sin atender a las nuevas tecnologías capaces de que el riego por aspersión tome el relevo del aguacero.. Entienden que Moncloa puede cumplir la función de un búnker impenetrable frente a las asechanzas de los adversarios que alzan banderas al viento y de otros encubiertos que, por el momento, se disfrazan de socios del Gobierno de coalición progresista o que le brindan en último extremo sus votos en el Congreso de los Diputados después de haberle exprimido sin piedad para extraerle toda clase de concesiones.. La coincidencia básica de ese abanico multicolor es la consideración de que nunca nadie podrá ser como Sánchez, cuya debilidad les proporciona réditos inimaginables que de ninguna otra alternativa podrían obtenerse.. La segunda escuela de pensamiento que ha ganado adeptos entre los monclovitas sostiene que cada día que el presidente Sánchez prorroga su permanencia, impasible el ademán, agrava su situación y que el único alivio solo le vendrá a partir del momento en que presente su dimisión. Los que aconsejan en esa dirección aducen tres ejemplos recientes. El de Adolfo Suárez, contra el que se había concertado una operación de acoso y derribo implacable, al que Felipe González en la moción de censura de mayo de 1980 declaró inválido para cualquier coalición; con usted nunca, llegó a decir, empeñados como estaban en romper el póster de Suárez, mientras sostenían que ni siquiera los bomberos serían capaces de desalojarle de Moncloa pero que optó por dimitir, saliendo de allí por su propio pie.. El segundo ejemplo lo dio Felipe González, que se convirtió en la bestia negra a abatir, pero que tras las elecciones de marzo de 1996 renunció a mantenerse en el poder mediante una coalición con Pujol y dejó paso a José María Aznar, que apenas había tenido algunos votos más. Salir de Moncloa permitió que recuperase la mejor consideración pública.. El tercer ejemplo lo dio Mariano Rajoy después de que Sánchez ganara la moción de censura. El encono contra Mariano se aplacó con su cese. Es decir, que Suárez, González y Rajoy, que habían sido atacados con toda ferocidad los últimos años de su permanencia en la presidencia del Gobierno, en cuanto salieron de Moncloa dejaron de suscitar esa animadversión. Obsérvese que para Sánchez la dimisión que está considerando también sería liberadora. Veremos.
Después de Santos Cerdán, ¿qué?
¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar. Después de Santos Cerdán, ¿qué? Lo inverosímil tiene los días contados. Fue en febrero de 2024 cuando la UCO dio con Koldo y supo de sus conexiones con Santos Cerdán, y aceptar que esas conexiones permanecieron ocultas hasta la semana pasada a ojos de Pedro Sánchez, quien como secretario general del PSOE era su inmediato superior, sería como creer en pajaritos preñados. Aquella comparecencia en el vacío absoluto de la sala de prensa de Moncloa recordaba los cánticos de las excursiones en autobús de los colegiales de entonces, cuando entonaban «para ser conductor de primera, acelera, acelera» y aún más aquella de «ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas». El público no da crédito y perdida la credibilidad… un Gobierno resulta insostenible, sin que sea posible su prórroga.. Así las cosas, en el entorno del presidente Sánchez hay dos escuelas de pensamiento. La primera, propugna que no pierda pie, que siga aferrado al puesto sin dejar de pernoctar en Moncloa porque estima que es desde ese palacio, convertido en trinchera, desde donde mejor puede defenderse, sean cuales fueren las vicisitudes procesales que pudieran activarse contra él, contra su mujer, contra su hermano y contra el resto de su parentela y de su círculo íntimo. Los alineados en esta formación comparten la vieja sabiduría campesina, según la cual después de llover escampa, sin atender a las nuevas tecnologías capaces de que el riego por aspersión tome el relevo del aguacero.. Entienden que Moncloa puede cumplir la función de un búnker impenetrable frente a las asechanzas de los adversarios que alzan banderas al viento y de otros encubiertos que, por el momento, se disfrazan de socios del Gobierno de coalición progresista o que le brindan en último extremo sus votos en el Congreso de los Diputados después de haberle exprimido sin piedad para extraerle toda clase de concesiones.. La coincidencia básica de ese abanico multicolor es la consideración de que nunca nadie podrá ser como Sánchez, cuya debilidad les proporciona réditos inimaginables que de ninguna otra alternativa podrían obtenerse.. La segunda escuela de pensamiento que ha ganado adeptos entre los monclovitas sostiene que cada día que el presidente Sánchez prorroga su permanencia, impasible el ademán, agrava su situación y que el único alivio solo le vendrá a partir del momento en que presente su dimisión. Los que aconsejan en esa dirección aducen tres ejemplos recientes. El de Adolfo Suárez, contra el que se había concertado una operación de acoso y derribo implacable, al que Felipe González en la moción de censura de mayo de 1980 declaró inválido para cualquier coalición; con usted nunca, llegó a decir, empeñados como estaban en romper el póster de Suárez, mientras sostenían que ni siquiera los bomberos serían capaces de desalojarle de Moncloa pero que optó por dimitir, saliendo de allí por su propio pie.. El segundo ejemplo lo dio Felipe González, que se convirtió en la bestia negra a abatir, pero que tras las elecciones de marzo de 1996 renunció a mantenerse en el poder mediante una coalición con Pujol y dejó paso a José María Aznar, que apenas había tenido algunos votos más. Salir de Moncloa permitió que recuperase la mejor consideración pública.. El tercer ejemplo lo dio Mariano Rajoy después de que Sánchez ganara la moción de censura. El encono contra Mariano se aplacó con su cese. Es decir, que Suárez, González y Rajoy, que habían sido atacados con toda ferocidad los últimos años de su permanencia en la presidencia del Gobierno, en cuanto salieron de Moncloa dejaron de suscitar esa animadversión. Obsérvese que para Sánchez la dimisión que está considerando también sería liberadora. Veremos.